lunes, 27 de abril de 2009

VERGÜENZA E HIPOCRESIA

Si señores, estos son los sentimientos que inspiran a la gente normal cuando, por intentar que los niños de tu barrio practiquen deporte y reciban una educación adecuada, tienes que pasearte por determinados campos de fútbol para acompañarlos y una veces ves y otras padeces en primera persona lo que cada fin de semana ocurre en ellos. Por desgracia, y no es la primera vez, este fin de semana lo hemos sufrido en nuestras carnes porque, cuando un miembro de nuestro club sufre lo que ha sufrido nuestro entrenador del equipo de infantiles, es como si lo sufriéramos cada uno de nosotros.
Acudíamos a las instalaciones de fútbol de San Pablo, en la calle Tesalónica de esta capital, para disputar el encuentro de la categoría referenciada entre el C.D El Pilar y el C.D Escritor Alfonso Grosso, partido que se preveía intenso por el lugar que ocupan los dos equipos en la clasificación (segundos los locales y primeros los visitantes, a 4 puntos de diferencia y con 9 por disputar). Lo que no esperábamos era que, además de actitudes nada deportivas como darnos un vestuario sin agua y sin servicio, o un solo balón para calentar, tuviéramos que vivir la agresión de un grupo de incontrolados,, incitados por la actitud del cuerpo técnico del equipo local, hacia el entrenador de nuestros niños. Y todo ello, porque nuestro entrenador, desde su banquillo y de una manera educada, le pide explicaciones al árbitro sobre una decisión que él considera errónea. En ese momento y de una manera violenta se le acerca el entrenador local increpándolo y diciéndole literalmente “¿Tú que te crees, que vas a venir a San Pablo a chulear?”. En nuestro banquillo se encontraban únicamente el entrenador del equipo infantil, el de nuestro equipo juvenil que le estaba ayudando, y el de nuestro equipo cadete, que jugaba en ese mismo campo al término del encuentro de infantiles, ya que habían echado a los pocos espectadores que allí se encontraban, mientras que el banquillo local estaba absolutamente rodeado de gente que, ante la actitud de su entrenador, salta al campo y aprovechando que nuestro entrenador se encontraba de espaldas porque viendo lo que se le avecinaba intento huir hacia el vestuario, se de- dicaron a patearlo, darle guantazos y amenazarlo en un acto de absoluta cobardía y prepotencia, ante el asombro y el miedo de nuestros jugadores, que oscilan entre 12 y 14 años.
Vergüenza porque es de vergüenza que los estamentos de los que depende la práctica de este deporte conozcan, porque lo conocen, lo que ocurre en determinados campos, y hacen oídos sordos sin que nos expliquemos que intereses son los que los llevan a ésto.
Hipocresía porque un árbitro que presencia una agresión multitudinaria delante de sus narices, se limita a reflejar en el acta la invasión de campo, omitiendo toda referencia a la misma, pero que si que quieren protección por parte de los clubes cuando son ellos los agredidos. Dios quiera que este árbitro no tenga nunca necesidad de protección porque, si así fuere, en parte será culpa suya que sigan ocurriendo estas cosas.
Vergüenza e hipocresía porque se les llena la boca a todos los que viven del fútbol base de decir que se vela por el juego limpio, y miran para otro lado cada vez que una persona sufre una agresión en un terreno de juego, y no tendrán mas narices que mirar a la cara cuando ocurra una desgracia.

¡BASTA YA!

FDO: C.D. ESCRITOR ALFONSO GROSSO.

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